La noción de que la mente y el cuerpo son entidades distintas es bastante antigua. Además se comenta que una mente separada del cuerpo podría, en teoría, sobrevivir a la muerte biológica. De este modo el dualismo también permite creencias sobrenaturales como fantasmas, proyección astral o la reencarnación.
Y no solo la creencia en entidades no físicas depende de ese
concepto. La veracidad o no del dualismo puede determinar o condenar diferentes
emprendimientos científicos –como permitir la transferencia de la mente a un
ordenador, o destruir las esperanzas de una eventual inteligencia artificial
autoconsciente.
En filosofía, “consciencia” y “mente” suelen ser sinónimos y
este es el abordaje usado en este texto. Pero en la lengua español la palabra
“consciencia” se puede referir también al estado de vigilia, estar consciente
de algo, o autoconsciencia.
Aquí, el término “Consciencia”, será utilizado como sinónimo
de “mente”, donde la autoconsciencia y el estado de vigilia son apenas parte de
un concepto más amplio –de dolores y percepciones, como la visión y la
audición, hasta creencias, deseos y el lenguaje. La Filosofía de la Mente
también atribuye a la consciencia la noción de identidad (la percepción del
“Yo”), las cualidades (las experiencias subjetivas y privadas) y la
intencionalidad (la capacidad de tratar sobre algo, representar o estar
dirigida a algo).
De este modo el problema mente-cerebro (o mente-cuerpo)
existe porque esas dos entidades aparentan ser cosas completamente distintas.
Mientras el sistema nervioso tiene propiedades físicas (masa, volumen) y está
sujeto a las leyes de la física (gravedad, entropía), la mente no. Imaginar
eventos futuros no pesa. Una creencia no oxida. El problema mente-cerebro está
ligado al llamado “problema difícil de la Consciencia”, que separa aspectos
mentales considerados más “fáciles” de explicar (atención, percepción de
objetos) que aquellos que todavía son un misterio para la ciencia (percepción
del “Yo”, subjetividad).
De igual forma se logran crear muchas teorías sobre la
naturaleza de lo mental, pero es posible agruparlas en tres enfoques:
reduccionismo, funcionalismo y fenomenología. El primero intenta reducir la
mente a los procesos cerebrales. Algunos, como Paul y Patricia Churchland,
llevan esa reducción al extremo, sugiriendo que la mente es apenas un problema
lingüístico, y ni siquiera existe. En el funcionalismo, el foco son las
funciones que ejecuta el sistema nervioso –o sea, la mente es lo que hace el
cerebro. Esa es la posición de filósofos como Daniel Dennett. Y en la
perspectiva fenomenológica residen las teorías que se niegan a reducir la mente
al cerebro incluyendo, aunque no limitándose a, teorías dualistas.
Así el término “dualismo” se refiere a la idea de que algo posee dos categorías de cosas, distintas una de la otra. Si un objeto tiene ciertas características físicas (inercia), para un dualista existe “algo” en el objeto que posee otros atributos que la materia física no comparte (no sufrir el paso del tiempo, por ejemplo). Ese es el motivo por el cual creencias sobrenaturales como fantasmas presuponen algún tipo de dualismo. Para que una entidad llamada “fantasma” exista, necesita tener propiedades completamente diferentes de las que conocemos en el mundo físico, y no someterse a las mismas leyes.
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